martes, 1 de abril de 2008

La hiperprotección de los niños tiene un precio

Fuente: Publico.es.

Existen diferentes estudios que demuestran que existe una mayor incidencia de determinadas enfermedades en los países más desarrollados que en los del Tercer Mundo, entre ellas las alérgicas como el asma, la rinoconjuntivitis alérgica y el eczema atópico o alérgico.

Las causas no están claras y parecen ser muy diversas, pero entre las que tienen más peso, según los expertos, se encuentran la contaminación ambiental y, también, el uso de nuevos materiales utilizados en la construcción de viviendas, como medidas de aislamiento térmico para mejorar la eficiencia energética “que favorecen microclimas domésticos con escasa ventilación”, apunta el especialista del Servicio de Alergopediatría del Hospital La Fe en Valencia Antonio Nieto.

El experto añade también otro tipo de problemas como las elevadas concentraciones de humedad ambiental, los aditivos alimentarios o los alergénos de mayor potencia como consecuencia de la contaminación ambiental.

Otra posible razón, aunque parezca extraño, es la excesiva higiene.Las medidas de higiene ambiental y el desarrollo de medicamentos y vacunas han reducido la tasa de mortalidad infantil y aumentado la esperanza de vida, por lo que “no se puede estimular la creencia de que la falta de higiene es buena”, apunta Nieto. “Consideradas globalmente, todas estas cosas son positivas, aunque tengan el inconveniente de que han podido contribuir a un incremento de las enfermedades alérgicas”, añade.

“Es el precio que habría que pagar por el desarrollo”, señala el médico, que asegura que ahora se trata “de ver cómo se puede reducir ese precio”. Cuando un niño nace, sale de un ambiente estéril en el vientre materno a un medio muy contaminado. Este brusco cambio estimula la activación del sistema defensivo del organismo, lo cual resulta crucial para un adecuado desarrollo de dicho sistema y del organismo en general.

El ambiente en el que se desarrolla un niño hoy en día es muy diferente al de hace tan sólo unos años. Se suele asociar la higiene y la limpieza con la salud, con el desarrollo y con un estatus social elevado, algo lógico según el presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, Antonio Cano Vindel.

El experto añade que los bebés pueden tardar más en desarrollar su sistema inmune, pero lo cierto es que “hace 50 años, había una mayor mortandad infantil que en parte puede atribuirse a la falta de higiene”.

Vida en la ciudad

La nueva vida urbana –que hace que los ciudadanos vivan cada vez más lejos del mundo rural –, los materiales de construcción y los detergentes que se usan en la actualidad permiten convertir los hogares en ambientes casi estériles.

Dentro y fuera de sus casas muchos padres se obsesionan con limpiar las manos de los niños continuamente con toallitas, esterilizar una y otra vez los biberones y chupetes y no permitirles el contacto con otros niños o con adultos ante cualquier sospecha de resfriado. También se les suministran antibióticos al más mínimo síntoma.

Pero el sistema inmunológico de los niños, en realidad, precisa de vacunas naturales para tener un normal desarrollo, por lo que este nuevo ambiente en el que se desarrollan y crecen los niños “hace que el sistema inmune, al menos parcialmente, tenga poco trabajo, y se lo busque defendiéndonos contra cosas que no son nocivas: los pólenes, los ácaros, la leche, los cacahuetes...”, dice Nieto.

Diferentes evidencias apoyan esta teoría, conocida como hipótesis de la higiene. “Se trata de una teoría bastante aceptada, no como explicación única, sino combinada con otros factores”, aclara Nieto.

En un reciente congreso de la Academia Europea de la Alergia se presentaron datos que demostraban un cambio radical en cuanto a la incidencia del asma. A principios del siglo XX, esta enfermedad afectaba a 1 de cada 1.000 personas y, en la actualidad, lo hace con al menos a una de cada 10.

Algunos estudios realizados en Austria y Suiza indican que, en general, los niños que tienen hermanos mayores, los que nacen en casas en las que hay animales domésticos o los que viven en granjas con animales tienen un riesgo significativamente menor de desarrollar enfermedades alérgicas como, por ejemplo, asma, rinitis y eczema.

La falta de estímulos bacterianos, como consecuencia de la excesiva higiene, puede intentar suplirse con el uso de alimentos probióticos pero, como señala Nieto, existen al respecto datos contradictorios: “Se necesitan más estudios que permitan confirmar estos hallazgos, y que permitan definir qué tipo de pacientes se beneficiarían de este tipo de estrategias”.

La pregunta es, entonces, qué pueden hacer los ciudadanos, y hasta dónde es razonable llevar la higiene. Tanto el doctor Nieto como Antonio Cano Vindel aseguran: “Todo es cuestión de equilibrio y proporción”.

Jabones y colutorios

El ser humano usa a diario jabones que le protegen contra bacterias y hongos, así como colutorios y dentífricos antibacterianos para la limpieza bucal. También abusa de los antibióticos.

Con todo ello se destruye el manto graso de la piel y se altera su pH, lo que favorece el desarrollo de infecciones. También se acaba, además, con las bacterias y gérmenes que son necesarios, haciendo a otros perjudiciales más resistentes a los medicamentos.

"Es cierto que algunas personas se pasan con la higiene personal”, dice Vindel. “Los desodorantes vaginales, por ejemplo, eran una barbaridad, destruían una flora bacteriana necesaria”.

Nieto explica que los microbios saprofitos que tenemos en el intestino –los billones de gérmenes que una persona adulta tiene en el intestino llegan a pesar alrededor de un kilo–, ayudan, por ejemplo, a sintetizar Vitamina K, algo fundamental para prevenir hemorragias.

“Cuando se utilizan de manera indiscriminada antibióticos o antisépticos, uno está matando bacterias nocivas, pero también a otras bacterias beneficiosas, lo cual puede ser aprovechado de forma oportunista por gérmenes patógenos resistentes capaces de producir enfermedades”, concluye el experto.

No hay comentarios: