martes, 22 de enero de 2008

La cocaína dispara la cirugía de nariz

Fuente: elcorreodigital.

Las clínicas de cirugía plástica han comenzado a ser testigos directos del alto consumo de cocaína que registra España. Las operaciones de reconstrucción nasal se han multiplicado de manera exagerada durante los últimos años debido a los graves daños físicos que provoca su esnifado tanto como al amplio desconocimiento que los consumidores tienen sobre esta circunstancia. Muy pocos toxicómanos son capaces de atribuir la desaparición de su tabique nasal, de las aletas de su nariz e incluso del mismo paladar, al uso y abuso que hacen de esta sustancia. Ignoran, incluso, algo tan básico en la prevención de las toxicomanías como que no hace falta ser un cocainómano enganchadísimo para sufrir efectos devastadores. Una droga mal cortada y unas pocas aspiraciones bastan para provocar daños muy serios en las vías respiratorias.

El presidente de la Sociedad Española de Cirugía Estética y Reparadora, Antonio Porcuna, corrobora que, quien más quien menos, todas las consultas han notado en los últimos cinco años un aumento de la demanda de este tipo de intervenciones. No hay datos concretos porque todavía no se ha realizado un estudio serio y programado sobre el asunto, pero ésta es una realidad cada vez más común para los especialistas. «Yo calculo que hago unas nueve o diez operaciones al año», explica el portavoz de los cirujanos estéticos.

El auge de las intervenciones de reconstrucción nasal ha llegado al extremo de que el presidente de los cirujanos plásticos ha hecho un llamamiento a sus colegas de profesión para que intenten evitar ser engañados por sus clientes cocainómanos. «A menudo, vienen pidiéndote que les retoques la nariz o les alivies un problema respiratorio. Cuando te pones a trabajar, descubres lo que hay».

La reconstrucción de una nariz machacada por la droga es un trabajo artesanal, muy complicado y peligroso para la salud del paciente, que requiere unas manos expertas y un promedio de cinco o seis sesiones de quirófano. La primera condición que se impone a todo candidato es que lleve, al menos, seis meses alejado de la cocaína, mejor un año, según explica el cirujano plástico vizcaíno José Sainz Arregui. No es un capricho médico. Todo el esfuerzo por devolver a un afectado el rostro perdido puede venirse abajo si se sigue esnifando.

Los tejidos implantados vuelven a deteriorarse con la misma facilidad que antes. La coca se los come de nuevo. «La cirugía puede ofrecer soluciones, pero lo primero que debe hacer un toxicómano es dejar la cocaína. Conocí a un cirujano plástico de Pamplona muy bueno, ya fallecido, que se enfrentó en una ocasión a una intervención complicada. Sacó los colgajos de aquí, de la cara, se los metió en el interiorde la nariz y poco a poco se la reconstruyó, pero la paciente volvió a tomar cocaína. Todo aquel trabajo se perdió y tuvieron que volver a intervenirla», explica el especialista.

Estimulante y anestésica

La cocaína tiene la peculiaridad de que es una de las drogas más adictivas que existe, una de las sustancias tóxicas de las que más cuesta desengancharse. Su consumo es mucho más compulsivo que el de la heroína; y a diferencia de ésta carece de un buen tratamiento con un compuesto alternativo capaz de provocar un subidón sin generar adicción, como la metadona. España, para colmo, es un paraíso para los narcotraficantes, que han conseguido que ésta sea la segunda droga ilegal más consumida del país tras el cannabis. De los porros de hachís, al polvo blanco.

Los daños en una nariz invadida por la cocaína pueden ser terribles. La coca posee un efecto vasoconstrictor muy potente, lo que significa que tiene una capacidad muy alta de dejar sin riego sanguíneo las estructuras con las que tiene contacto. Va estrechando las venas que nutren de sangre los tejidos de la nariz hasta que desaparecen por completo. Se los come poco a poco. La acción de esta droga se define también por su alta capacidad anestésica y por su condición de fuerte estimulante cerebral. ¿Qué ocurre al esnifarla?

La mucosa de la nariz favorece su rápida absorción y el narcótico llega rápidamente al cerebro. El efecto estimulante es prácticamente autómatico. Al mismo tiempo, los tejidos nasales se duermen y las arterias se contraen. La falta de riego que genera un consumo continuado provoca la muerte de los tejidos y se pierde el tabique nasal, las aletas de la nariz -hasta el punto de que los dos orificios forman uno solo- y, por último, en los casos más extremos, se agujerea el paladar. El sentido del gusto se pierde por completo y el acto de comer se convierte en una complicación, porque la comida se desvía por las vías respiratorias.

El ejemplo italiano

La reconstrucción, «siempre que se haya abandonado el consumo», recalca Sainz Arregui, se tiene que realizar por fases. La necesidad de practicar varias intervenciones quirúrgicas, algunas de ellas de hasta diez horas de duración, se justifica por las complicadas técnicas de microcirugía que han de realizarse. La primera de ellas permite obtener piel del antebrazo, que sirve para recomponer las diferentes capas de la nariz. Después, hay que extraer cartílagos de la oreja o la costilla para tener dónde apoyar el nuevo tejido. Piel de la frente permite dar forma, cerrar y dotar a la nuevo apéndice nasal de un tono similar al del resto de la cara.

El país más cocainómano del mundo se enfrenta a un nuevo reto sanitario. No parece una moda pasajera. El Gobierno ha expresado hace tan sólo unas semanas su «preocupación» por el aumento del consumo de cocaína entre los adultos españoles, que lo asocian con los momentos de ocio y diversión. El ejemplo italiano no resulta alentador. Los hospitales públicos de Italia tienen ya listas de cinco meses de espera para reparar los daños nasales causados por esta droga. En las clínicas privadas, la cola llega hasta un año. Todo un «récord», según han reconocido los cirujanos plásticos en un congreso reciente celebrado en Sorrento.

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