martes, 25 de septiembre de 2007

Sindrome del bebe zarandeado

Fuente: Electrónicafacil.

El llanto de un bebé es el único recurso que tiene el niño en sus primeros años de vida para manifestar su estado de ánimo y necesidades vitales. Cuando la causa permanece desconocida, y el llanto no cesa, los padres o cuidadores a cargo del niño, desesperados, pueden reaccionar bruscamente y zarandear al bebé. La sacudida violenta de la cabeza del niño pequeño provoca daño cerebral y, en consecuencia, el cese del llanto.

(NC&T/U. Granada) Un hecho que hace que el comportamiento se repita en situaciones similares. Ésta es una de las graves consecuencias que se extrae de la amplia revisión bibliográfica realizada por un grupo de residentes de la Unidad Docente de Matronas de la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud de la Universidad de Granada, publicada en la Revista de Enfermería Rol.

La profesora Concepción Ruiz Rodríguez, del departamento de Enfermería de la UGR, y encargada de dirigir el estudio, explica que el “síndrome del bebé zarandeado” es escasamente conocido, y puede producir múltiples lesiones que, en la mayoría de los casos, no son evidentes externamente. Aunque la gravedad del daño cerebral depende de la frecuencia, intensidad y duración del zarandeo, existen otras alteraciones leves observadas en este síndrome como irritabilidad, letargo, temblores, vómitos o pérdida de apetito, y otras más severas como lesiones oculares y fracturas de huesos.

En su gran mayoría, las víctimas son menores de dos años, siendo especialmente vulnerables los prematuros, los niños de bajo peso al nacer, con problemas de cólicos, con discapacidad, gemelos e hijastros. Por su parte, los agresores son en un mayor porcentaje hombres, frecuentemente el padre (44%) seguido del novio de la madre que convive en el hogar (20%); y en el caso de las mujeres, suelen ser las niñeras (18%) y en menor medida las madres (7%).

Según la información recogida en los artículos científicos publicados en los últimos cinco años, la investigadora asegura que “cuando se diagnostica este síndrome, la probabilidad de que haya ocurrido abuso o maltrato es muy alta”. De ahí, la importancia en la detección precoz y, sobre todo, en la prevención adecuada por parte de los profesionales de la salud, ya que se trata de un síndrome que puede dejar graves secuelas y permanentes en el menor. De hecho, una valoración incompleta puede traer consecuencias serias y mortales para la víctima. Así, el 20% de los casos resulta fatal en los primeros días posteriores a la lesión, y de los que sobreviven, el 50% sufren una variedad de discapacidades y sólo un 30% se recupera totalmente.

Por ello, Concepción Ruiz destaca “la importancia de instaurar programas de prevención y detección precoz en los que se impliquen profesionales de salud materno-infantil”. Son necesarios cursos de formación para padres y profesionales en los que se impartan conocimientos sobre las características de este síndrome y estrategias para afrontar situaciones estresantes. No obstante, la investigadora aclara que “se trata de educar e informar sin alarmar, para evitar que padres que no hayan maltratado a sus hijos se sientan culpables y destituir ideas erróneas”.

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