Fuente: La Razon.
Bolivia, Perú, Colombia y México no examinan todas las extracciones, según la Organización Panamericana de Salud.
BUENOS AIRES- Si sufre un accidente o debe recibir una transfusión de sangre fíjese bien en qué país lo hace. Y es que el asesor regional en servicios de sangre de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), José Cruz, dijo a LA RAZÓN que les «preocupa la situación de los bancos de sangre en Perú, pero que no se trata del único país». Con Bolivia, Colombia y México, forma la lista de cuatro países en el continente (Caribe excluido) que no realizan «los exámenes preliminares» a toda la sangre que reciben «para determinar si ésta representa algún peligro sobre enfermedades».
Perú, por ejemplo, realizó en 2006 los exámenes preliminares «al 77 por ciento de toda la sangre recolectada», dejando casi un cuarto sin analizar, explicó Cruz. La ONU cifra en 93.000 las personas contagiadas con el virus VIH en Perú.
La última controversia se desató tras conocerse el caso de Judith Rivera Díaz, una madre de familia de 44 años que resultó infectada con el VIH en abril tras ser operada en un hospital estatal de la provincia del Callao. Dos días después aparecían tres nuevos casos de contagio de sida y 30 de hepatitis C.
En el hospital
Visiblemente afectada, Rivera compareció la semana pasada ante los periodistas: «Tenía que sacarme el útero por un mioma. Recojo mis análisis y sólo me faltaba el del VIH, cuando subo a recogerlo me doy con la mala noticia de que tenía el virus, en ese momento mi reacción fue suicidarme, porque no cabía en mi cabeza que yo podía tener eso».
En la memoria de los peruanos todavía está reciente el caso de los ocho bebés infectados con el sida por las mismas razones, en el 2005.
La OPS aprovechó el escándalo para recordar que cerca del 20 por ciento de las extracciones realizadas en Iberoamérica no son sometidas a pruebas de detección de sida y hepatitis, y que ello se hace sólo en algunas «pequeñas clínicas».
Las donaciones voluntarias -el dos por ciento del total- suelen provenir de las familias. El resto se compra a bancos o se obtienen de personas que por una ínfima cantidad de dinero venden su sangre a quien lo solicite, ocultando la información necesaria para deducir la existencia de enfermedades.
La escasez de donaciones se debe en gran medida a que todavía es palpable la creencia de una serie de mitos, por lo menos curiosos, en algunas regiones de América. Así, mientras que en el ámbito femenino se rumorea el aumento de peso, entre los temores masculinos está la pérdida de virilidad (debilidad).
El miedo es palpable en la sala de espera del hospital «El Algodona», en Caracas. Interrogantes cargados de angustia salen de los labios de Alejandra Campos, tía de un pequeño que padece una enfermedad oncológica en la sangre y cuyo tratamiento, en el mencionado recinto asistencial, incluye la aplicación de transfusiones sanguíneas.
«Los médicos dicen que siempre hay riesgo, pero que es muy bajo. Yo se lo encomiendo a la Virgen porque mi sobrino no podría vivir sin transfusiones. Si es seguro o no, eso no lo sé». La presidenta de la Sociedad Venezolana de Infectología (SVI), Elia Sánchez, intenta calmarla explicándole que en el proceso que va desde la recolección de sangre hasta su transfusión a un enfermo hay muchos factores que entran en juego. Uno de ellos es la honestidad de los voluntarios.
Según la descripción de la Fundación Venezuela Dona Sangre, un componente hematológico «seguro» es aquel libre de virus, parásitos, drogas, alcohol, químicos u otros, que pueden dañar o enfermar al receptor. Cubierta la fase del cuestionario, corresponde a los bancos de sangre jugar su papel a nivel de laboratorio. «La tecnología (reactivos) podría a veces fallar y no detectar el virus a tiempo».
El problema radica en la escasez de sangre y medios. Ante la falta de donantes, la sangre no pasa la cuarentena apropiada antes de ser utilizada. Tampoco es verificada luego. Manuel Peña, representante de OPS en Perú, señaló a este diario que «no hay sangre 100% segura en el mundo, puesto que la tecnología no permite detectar el llamado “periodo ventana”». Detalló que los contagios en los «periodos ventana» pueden darse en todo el mundo, al considerar que mantener la sangre en cuarentena no es una solución. Para detectar el sida se tarda entre 30 y 35 días con los mejores y más novedosos sistemas, y hasta tres meses en el caso de la hepatitis C.
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